Treinta años de “Negro” como si nada

Es cierto, con Metallica, mi banda favorita perdió muchos fans — pero se ganó un lugar en la historia

Juan Carlo Rodríguez
4 min readSep 10, 2021
Contraportada del “Black Album”, con James, Lars, Kirk y Jason. Cortesía: Metallica.com

Poco pueden imaginarse las generaciones actuales — por Dios, a mí me cuesta imaginármelo ahora y lo viví — lo emocionante que era esperar un video en MTV. Porque saben, era un evento, era prender el televisor, reunir a tu gente y estar ahí pegado por cuatro minutos. Era una mini premier de cine, casi. Y si es de tu banda favorita, pues más aún. (¿Es lo mismo esperar un video de YouTube? Ahora creo que es más tipo “Ah, mira, ya salió el video…”) Pues así era, en el verano de 1991, para mi hermano y para mí, esperar el video de “Enter Sandman”, el primer promocional del nuevo disco de Metallica.

Tin, ti-tí-ri-tin, ti-tín, ti-tí-ri-tin…

No recuerdo ahora la reacción de mi hermano, pero la mía fue de total y completo amor. Yo apenas empezaba a apreciar el thrash que Metallica representaba, con sus canciones épicas de ocho minutos y meticulosa instrumentación (bajo excluido). Es lo que hizo a Metallica la banda underground más famosa del mundo, al punto que ya perdieron una ola de fanáticos cuando OSARON grabar un video para MTV. Pero ahora… esto. A mí me parecía genial, porque lo que antes parecía una ametralladora sónica fue reemplazado por un enorme tanque. ¿Cómo lo iban a recibir?

“Enter Sandman” salió el 30 de julio de 1991, casi un mes antes de que saliera el nuevo disco. Internet estaba en pañales y Twitter, en ese entonces, se llamaba reuniones con los amigos. La próxima vez que fuimos a casa de unos amigos rockeros luego de ese estreno en MTV, Metallica era toda la comidilla. Hubo uno que lo dijo abiertamente: “Odio este disco. Es una mierda. De pe a pa. Ñoesumadre, Metallica”. Otros eran un poco más abiertos, pero nadie mostraba mucho entusiasmo que yo recuerde. ¿Que yo era el único que lo aceptaba por completo?

Es el asunto con los puristas, algo que yo creo que nunca he sido con ninguno de mis amores (el origami exceptuado — QUE NO SE CORTA Y PUNTO). A estas alturas hay tanta gente que no le ha perdonado a Metallica que se “hayan vendido” por el álbum negro. (Y mira que después han hecho cosas mucho, mucho peores. ¿O es que les vamos a perdonar a Lulu? Yo ni pretendo enlazarlo aquí, vayan y escuchen a su propio riesgo.) Es esa noción que tenemos del “artista hambriento”, el que no puede comprometer su visión por ningún lado porque entonces perdería su esencia, así signifique morir de pobreza. Porque al final de eso se trata el arte, ¿no?

Esa es una discusión que seguirá por siglos de siglos. Piensen cuántas veces algún artista ha querido “probar algo distinto” y termina alienando a su gente inicial. Me viene a la mente cuánto ha molestado a su fanaticada George Lucas por querer empeñarse en cambiar las primeras Star Wars. Lo más famoso, me parece, es cómo la gente le cayó encima a Bob Dylan cuando decidió usar una guitarra eléctrica por primera vez. Cuando una pieza de arte sale al mundo, hay esa noción de que ya no es del artista, sino de quienes lo hicieron conocido, de quienes se lo presentaron a otros. Entonces cualquier cambio a esa visión siempre va a causar un choque entre aquellos que no quieren ver cambios en algo que aman y aquellos que están dispuestos a confiar en que el cambio será para mejor.

Y “para mejor” siempre será dependiendo del punto de vista. Esos primeros acordes de “Enter Sandman” se pueden ver como el chirrido de un portón que se abrió de par en par. Hasta la fecha, Metallica, el disco, ha vendido más de 30 millones de copias en el mundo. Metallica, la banda, vio su influencia crecer de maneras que dudo que ellos habrían planificado. Pasaron de ser una banda exclusiva de metaleros a una banda que hasta un chamo en un barrio de Brooklyn, Puerto Rico o Caracas escuchaba así fuera escondido de sus papás. La manada “pop” empezó a dedicar “Nothing Else Matters” a sus parejas. Todo el mundo y su madre descubrió a Metallica y decidió hacer con ellos lo que les diera la gana. Y la prueba está hoy, treinta años después, en The Blacklist.

Lo digo aquí y ahora: Escuchar cuatro horas de este disco va a ser un reto que no creo poder lograr. Además de que hay demasiado que no me interesa escuchar, o escuchar de nuevo (sí, J Balvin “versionando” “Wherever I May Roam” no es algo que quiero repetir jamás, por mi propio bien). Pero miren esto: aquí hay pop (Miley Cyrus, Rina Sawayana, St. Vincent), country (Chris Stapleton, Darius Rucker), jazz (Kamasi Washington) y sí, claro, rock (Corey Taylor, Volbeat), y en español también (Juanes, Ha*Ash). Toda esta gente tiene una sola cosa en común, aparte que les pagaron: Metallica tocó sus vidas de una forma u otra. Algo que solo pudieron lograr gracias a que tomaron la decisión de volver a lo básico.

Yo sigo escuchando el álbum negro con religiosidad. Hay pocos discos que me suben la adrenalina de esa manera, que pueden hacer que descargue todas mis frustraciones y me haga sentir mejor. “The Unforgiven” es mi canción para beber y cantar a todo gañote en el carro, “Wherever I May Roam” me ayuda a caminar más rápido, y “The God That Failed” me ayuda a pensar. Sigue siendo un disco perfecto para mí. Lamento que también sea uno para gente con la que no comparto gustos musicales para nada, pero ey, eso quiere decir que no todo está perdido, ¿verdad?

Feliz cumpleaños, Black Album. Gracias por tanto.

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Juan Carlo Rodríguez

Periodista venezolano. Lucho por encontrar equilibrio en un mundo desequilibrado. / Venezuelan journalist, struggling to find balance in an unbalanced world.